El Streaming Paga las Facturas, Pero la Música en Vivo Paga la Carrera
Por Nicolás A. Civatti
Durante años hemos escuchado que “el streaming salvó a la música”. Que Spotify y Apple Music resucitaron una industria moribunda tras la era Napster. Y sí, técnicamente es cierto: el streaming representa hoy el 84% de los ingresos totales de la música grabada.
Pero hay algo que los informes de Goldman Sachs, Live Nation, Deloitte y los propios datos de Spotify dejan cada vez más claro en 2025: el streaming paga las facturas, pero la música en vivo paga la carrera.
Y no es una frase marketinera. Es matemática pura.
Los números no mienten
Goldman Sachs proyecta que la industria musical global pasará de 105 mil millones de dólares en 2024 a casi 200 mil millones en 2035. Impresionante, ¿verdad? Pero cuando desglosamos esos números, la historia cambia radicalmente.
La música en vivo está creciendo a un 7.2% anual (CAGR 2024-2030), pasando de 34.6 mil millones a proyectados 67 mil millones para 2035. Mientras tanto, el streaming —aunque sigue siendo el gigante— está desacelerando su crecimiento, enfrentando saturación en mercados maduros y un modelo de pago que simplemente no funciona para la mayoría de los artistas.
Live Nation, la empresa de música en vivo más grande del mundo, invirtió 14 mil millones de dólares en artistas solo en 2024. Para ponerlo en perspectiva: eso es más que todo lo que Spotify pagó a artistas ese mismo año. Live Nation movilizó más de 150 millones de fans a través de 50.000 shows en 45 países.
La conclusión: los artistas están ganando el 98% de sus ingresos reales de los tours, no del streaming.
El problema del streaming que nadie quiere admitir
Spotify paga entre 0.003 y 0.005 dólares por stream. Para ganar el salario mínimo mensual en España, un artista necesita al menos 300.000 streams al mes.
En 2024, Spotify implementó un umbral de 1.000 streams anuales para que una canción reciba pagos. El resultado: el 87% de las canciones en la plataforma quedaron fuera del sistema de pago, eliminando más de 47 millones de dólares en royalties para artistas independientes.
No se trata de demonizar a Spotify. El modelo simplemente está roto desde su diseño. Las plataformas de streaming fueron creadas para el consumo masivo, no para sostener carreras artísticas. Son el escaparate, no la caja registradora.
Bienvenidos a la economía del superfan
Aquí es donde la industria está pivotando de forma masiva. Goldman Sachs estima que el mercado de los “superfans” —aquellos fans ultra comprometidos que gastan en merchandising, conciertos VIP, contenido exclusivo y experiencias— alcanzará 4.500 millones de dólares para 2030.
Spotify lo sabe. Por eso está lanzando su plan “Music Pro” a 5.99 dólares adicionales al mes, con audio de alta calidad, acceso anticipado a entradas y herramientas de remixing. No es casualidad: el 20% de los fans representa entre el 66% y el 105% más de gasto que el promedio.
Son ellos quienes sostienen la carrera, no los oyentes casuales.
Y lo interesante es que esto no es nuevo. Es el regreso al modelo original de la música: una relación directa entre artista y audiencia, sin intermediarios. La diferencia es que ahora la tecnología lo hace escalable.
Tecnología: el verdadero game changer
Blockchain, smart contracts, pagos peer-to-peer, automatización… sí, todo suena a buzzwords, pero detrás del ruido hay algo muy real: transparencia, trazabilidad y control para los artistas.
Imaginemos un sistema donde cada vez que tu música se usa en un show, en un stream o en una campaña publicitaria, el pago se ejecute automáticamente y de forma inmediata. Sin intermediarios. Sin esperas. Sin comisiones opacas.
Eso ya existe. Plataformas como Audius, Royal y Sound.xyz están construyendo esa infraestructura. El problema no es tecnológico, sino cultural: la industria sigue operando con modelos de los años 70, cuando el poder estaba concentrado y la información no era accesible.
Hoy los artistas tienen acceso a los datos y a las herramientas para tomar decisiones. Y eso lo cambia todo.
La generación que lo va a cambiar todo
Millennials y Gen Z no solo gastan más en música en vivo que cualquier generación anterior, sino que están redefiniendo lo que significa ser fan.
El 82% de la Gen Z descubre música a través de TikTok y contenido generado por usuarios, no por playlists curadas por algoritmos. Y cuando encuentran algo que les resuena, no solo lo escuchan: lo comparten, lo remixean, lo convierten en cultura.
Esta generación valora la autenticidad, la participación y la transparencia por encima de todo. No quieren ser consumidores pasivos: quieren ser parte de la historia.
Por eso las plataformas direct-to-fan están explotando: permiten a los fans ser parte activa de la economía musical, no solo observadores.
¿Y ahora qué?
No se trata de que el streaming desaparezca ni de que sea irrelevante. Pero el modelo de negocio de la música ha cambiado y muchos aún operan como si fuera 2010.
Los acuerdos de management tradicionales que se quedan con el 20% de todo “porque siempre fue así” ya no tienen sentido cuando un artista puede gestionar su comunidad directamente. Los sellos que retienen derechos de master por distribuir música son obsoletos cuando existen canales directos y herramientas de financiación colectiva.
La música en vivo son los ingresos y el negocio.
El streaming es marketing.
Los superfans son el activo.
Y la tecnología es la herramienta que permite que todo esto funcione sin las estructuras del pasado.
La visión de Soundlink
En Soundlink trabajamos exactamente para este momento: conectar artistas, venues, marcas y comunidades de forma directa, transparente y eficiente.
Creemos que el futuro de la música no se construye repitiendo errores del pasado, sino diseñando infraestructuras que devuelvan el poder a quienes lo merecen: los artistas y su audiencia.
Bienvenidos a la nueva era.
— The Soundlinker